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Santa Brígida, 1 de febrero
Hasta
mediado el siglo XX los mozos de Villafer repicaban las campanas de la
torre de la antigua iglesia parroquial la noche de la víspera de santa
Brígida. José Luis Alonso Ponga y posteriormente Nicolás Bartolomé Pérez
han investigado acerca de lo singular de la festividad de esta santa
irlandesa en parte de la provincia de León.
Surgen
muchos interrogantes en la cultura popular sobre la festividad de esta
abadesa en la provincia pues no se han levantado templos en su honor,
no se ha celebrado en ninguna otra zona de España e ignoramos qué
vínculos pudo haber con la festividad en honor de santa Brígida en
Irlanda, Escocia e isla de Man, países celtas de tradición gaélica: un
enigma histórico y etnográfico, sin duda.
La colocación de la festividad
el 1 de febrero, a la mitad del invierno y a medio camino entre el
solsticio invernal (21 de diciembre) y el equinoccio primaveral (21 de
diciembre), coincidía con la antigua celebración celta de Imboc que se
cristianizó colocando tal fecha bajo la advocación de Santa Brígida de
Kildare patrona de Irlanda junto a San Patricio.
La primera descripción de la fiesta de santa Brígida en tierras leonesas surgió en el siglo XIX y apareció en la publicación “La España Ilustrada”; su autor, que firmaba como Fray Gerundio, escribía en 1837: “Hay
un pueblo que cree haber asegurado la cosecha de granizo y piedra de
las nubes de verano con haber tocado toda la noche de la víspera de
santa Brígida volteando las campanas, espantando por este medio a los
pícaros renuberos”. (En tierras leonesas se llamaban renuberos a los genios de las tormentas).
El procedimiento de tocar las campanas para alejar las tormentas está bien documentado en León y en buena parte de España. La
fe en el poder mágico de las campanas se atestigua en muchas comarcas
leonesas pero relacionándolas con santa Bárbara. Por otra parte la
creencia en genios mitológicos de las nubes que provocarían las tormentas y dirigirían las tempestades, los “renuberos”, tuvo vigencia en nuestras tierras hasta el pasado siglo.
Villafer ha venido celebrando el 1 de
febrero esta festividad desde tiempos inmemoriales. La víspera por la
noche los mozos subían por turnos a la torre de la iglesia vieja y
volteaban las campanas durante toda la noche para ahuyentar el pedrisco
que podía destruir a lo largo del año las cosechas. El toque de campanas
empleado era el “tente nube”, usado también al acercarse las tormentas a lo largo del año. Al tañer se repetía por lo bajo el siguiente conjuro:
"Tente nube tente nube
tente tú, tente palo
que Dios puede que Dios puede
más que tú más que el diablo".
tente tú, tente palo
que Dios puede que Dios puede
más que tú más que el diablo".
Tal conjuro era una interpretación de lo
que decía las campanas a las tormentas. Como pago por esta repicar
nocturno el alcalde del pueblo convidaba a los mozos a vino, escabeche y
pan. La
misma autoridad municipal invitaba a cenar en su casa al resto de
miembros del Ayuntamiento y a otras autoridades locales. En nuestros
días sigue esta tradición pero el ágape se degusta en un restaurante;
naturalmente el pago de tal celebración sale de las arcas de la Pedanía.
Sin duda esta celebración tenía una gran
importancia para los labradores pero también para los ganaderos: fue
tradición hasta mediados del XX en nuestra localidad el hitar las eras y
el prado el día de Santa Brígida; el primero de mayo comenzaban a ser
pastados por el ganado, se “deshitaban”.
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