A las entrañas de la Torre del Reloj con su custodio 'Eusebio'
Uno de los monumentos de la capital berciana, referente en el skyline, y mirador inaccesible que sólo unos pocos tienen la ocasión de conocer desde sus entrañas. Existe un dicho que pone frontera a la ciudad hasta donde su latir de martilleo suena.
Al exterior, a la luz de verano, es torre abierta al paso bajo su noble arco, contrapunto a la gran puerta de la ciudad amurallada de la que formaba parte, y es hoy vestigio que queda para los tiempos. Pero esa robustez y piel señorial, de robusta piedra, es el caparazón de una debilidad interior que sólo unos pocos conocen.
Adentrarse al interior de la torre del reloj es penetrar en las entrañas de la ciudad, y es vetusto, silencioso y oscuro escenario angosto que atrapa nada más atravesar la puerta lateral de acceso a la que se llega por los empinados peldaños de la muralla, donde una placa la recuerda.
No es fácil. Algunos 'bailan', para algún tramo hay que ayudarse de las manos en el ascenso. Los descansillos sólo sirven para preferir mirar hacia más arriba -porque son un espacio abierto a la caída... El corazón de Ponferrada es de una escalera de madera vieja. Una escalera que sufre arritmia por los pasos.
En aquel entonces, y hasta el año 2000, con el Plan de restauración del Casto Antiguo, funcionaba en base a la centralita instalada en el Ayuntamiento, y cuyas órdenes llegaban por el cableado que atravesaba varias fachadas. Con el nuevo siglo el reloj recibió su marcapasos, y el autómata tuvo la compañía de varios relés programables que ya hacen casi innecesaria la visita a la torre. Hasta el cambio de hora queda en manos de la electrónica, e incluso posee unas baterías que permitirían que el reloj siguiese moviendo las horas y su martilleo durante varios días por la ciudad.
Abandonamos este nivel echando una mirada por la celosía metálica, que son como pequeñas retinas que miran a la parte noble de la ciudad.
Y en otro piso superior, accediendo por una trampilla, el gran mirador, en el campanario. Allí los martillos muestran los verdaderos efectos del latir del tiempo en la ciudad, con la marca de los golpes, con las horas que han visto cambiar tanto a la ciudad (desde que era villa) a su alrededor... siempre girando a su alrededor. Pero recordad; es la torre del reloj la que gira las horas, y su martillo, el latir de Ponferrada.
Existen crónicas que detallan la presencia de la torre con el reloj ya en 1513, momento en que dejó de llamarse 'torre de las eras'.
Construida en mampostería, sólo se sirve del sillar de grano para las cornisas, el campanario, y las esquinas. La torre está formada por tres cuerpos, construidos en el S.XVI.
El campanario, de sillar y sillarejo, presenta en cada cara sus correspondientes bocas de medio punto. La torre se remata por una cúpula rebajada con tejado de pizarra sobre la que se levanta un esbelto capitel cubierto por pizarra y que también sigue la línea arquitectónica de las torres del Ayuntamiento.
En el cuerpo de la torre, en sus dos caras principales, se ubican dos escudos reales con las armas de Felipe II, esculpidos por el cantero Juan de la Lastra en 1597.
La torre del reloj es un verdadero puzzle del tiempo. Construida en 1513 sobre la muralla, en su versión ya como torre para un reloj, dejando atrás su hasta entonces nombre de torre de las eras, fue en 1567 cuando sufrió su primera transformación reseñable, a cargo del maestro de cantería Juan Sánchez. Sus trazos no llegaron a ejecutarse ni en una pequeña parte, pero sirvieron para rescatar del estado de ruina a la torre. En 1594 otra obra de modernización y consolidación se encarga al maestro Juan del Ribero, pero en 1596 abandona y es declarado en rebeldía, teniendo que rematar los trabajos los canteros Cristóbal de Lucillo y Juan del Monte, que esta vez sí, se inspiraron en rematar el proyecto de Juan Sánchez.
En 1648 la torre volvía a sufrir amenaza de ruina, pero la siguiente intervención reseñable se produjo en 1792, cuando el campanario construido por Juan del Ribero fue derribado y sustituido ya por el actual que ha llegado hasta nuestros días.
El Reloj no marca las horas
C. FIDALGO | PONFERRADA31 DE MAYO DE 2016,
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Dilatada por el calor, la esfera con vistas a la Calle del Reloj recibió ayer la inspección de los técnicos de una empresa de Lugo especializada en el arreglo de relojes monumentales para tratar de poner remedio al desbarajuste horario que hace que las agujas nunca estén en su posición real. Los técnicos desmontaron el mecanismo y retiraron las agujas, dejando huérfana a la esfera. En breve ofrecerán un diagnóstico y trasladarán un presupuesto con el coste de la reparación al Ayuntamiento, según informaron fuentes municipales.
El reloj de la torre —construida en la primera mitad del siglo XVI sobre el antiguo Arco de las Eras, uno de los accesos de la desaparecida muralla medieval— no funciona con la maquinaria donada por la Minero Siderúrgica de Ponferrada en el año 1920, sino con un automatismo instalado en 1972 que desde el año 2000 cuenta con relés programables. Lejos quedan los tiempos en los que el relojero Cesáreo Gómez se encargaba de dar cuerda al reloj. Aquel viejo mecanismo de relojería se puede ver desde 1997 en el vecino Museo del Bierzo y ponerlo en hora obligaba a Cesáreo Gómez a tomarse su tiempo.
Sin agujas
Ayer, no fueron pocos los ponferradinos que, al levantar la vista a media mañana, descubrieron que a la esfera con vistas a la calle del Reloj —la que da a la plaza del Ayuntamiento no sufre el efecto de los rayos de la misma forma— descubrieron que le faltaban las agujas. Muchos vecinos se habían acostumbrado a que a media noche, después de una tarde especialmente soleada, la esfera marcara varias horas menos y, a la espera de saber a cuánto puede ascender el coste de la reparación, el Ayuntamiento ha querido poner en hora uno de los emblemas de la ciudad para que vuelva a ser fiable. No en vano, uno de los dichos populares que todavía circula por Ponferrada dice que la ciudad acaba allí donde dejan de oírse las campanas de la vieja Torre del Reloj.